Por Monzurul Huq *
TOKIO (IDN) – La memoria humana es corta, sobre todo cuando se trata de grabar la guerra y la destrucción. Innumerables detalles de todos los tiempos que retratan los relatos de la miseria y el sufrimiento humano, probablemente nos recuerdan algo vago y abstracto; algo lejano y distante, en absoluto relacionados con las realidades que enfrentamos en un momento dado.
Dado que lo que se ve como vago o borroso apenas sirve como evidencia sólida, y lo que es distante es insuficiente para inspirar y movernos hasta tomar conciencia, en cuanto disminuyen las oleadas de trágicas realidades que la guerra y la destrucción traen a la humanidad, tendemos a olvidar y allanamos el camino para un entorno relativamente tranquilo, al menos por un corto tiempo.
Esta fragilidad de nuestra memoria es lo que explotan aquellos que tienden a llevarnos de vuelta al punto donde la desmemoria en nombre de un supuesto interés superior del grupo, se hace más fácil, y volvemos hacia atrás las ruedas del progreso para emprender un viaje en sentido inverso. Esta es la razón por que la guerra y la autodestrucción posterior se han convertido en partes esenciales del viaje del ser humano en su eterna búsqueda de una vida pacífica y tranquila.
Las verdaderas causas de la mayor parte de estos fallos pueden ser rastreadas en nuestra incapacidad para comprender la profundidad de los sufrimientos humanos que la guerra siempre trae. Y mientras seguimos ignorando la profundidad de este sufrimiento, el trasformar lanzas en arados seguirá siendo siempre un sueño lejano, cada día más difícil de alcanzar.
Y aquí, una vez más, la memoria puede desempeñar un papel muy importante; un papel que nos ayudaría, al menos en términos reales, a captar la profundidad de la tragedia que la guerra podría traer en un momento en que nuestra capacidad destructiva superan en mucho nuestra imaginación.
Y es precisamente a partir de esta comprensión de que los catorce sobrevivientes del bombardeo atómico de Hiroshima del 6 de agosto de 1945, hacen una contribución heroica tocando a la puerta de nuestra conciencia a través de la recolección y narración de los recuerdos de sus años adolescentes inocentes, que fueron destrozados por el fuego del infierno desatado en esa fatídica mañana.
“Hiroshima – Un silencio roto” (en inglés, Hiroshima – A Silence Broken) es una publicación oportuna presentada en marzo de este año, mucho antes del 70 aniversario de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki. Se trata de una recopilación de historias orales de catorce sobrevivientes del bombardeo atómico de Hiroshima, que nacieron entre los años 1927 y 1939.
Todos ellos sobrevivieron a los horrores de las secuelas del bombardeo atómico y, finalmente, vivieron una larga vida, aunque sobrellevando graves heridas tanto en el cuerpo como en su mente. El camino de su existencia no ha sido fácil ya que tuvieron que someterse a un tratamiento médico de por vida, que en la mayoría de los casos logró curar las heridas que habían sufrido.
Sin embargo, la tácita actitud discriminatoria que muchos de los sobrevivientes tuvieron que enfrentar en la sociedad, fue probablemente más doloroso que el sufrimiento físico y en el fondo de sus mentes el dolor de sus cicatrices siguió vivo por mucho tiempo
El período inmediatamente después del bombardeo era para Japón una época de confusión y también un tiempo de desorden. En la caótica posguerra, las terroríficas memorias de los supervivientes de la bomba atómica se convirtieron en un tema tabú en un Japón bajo ocupación donde los vencedores, naturalmente, no querían consentir la divulgación de sus propios actos malvados.
Por otra parte, las cicatrices mortales y las deformaciones con las que muchos de ellos tenían que vivir, también causaron dificultades en su mente y poco a poco empezaron ellos mismos a cerrar las puertas a los malos recuerdos. Muchos permanecieron en silencio acerca de las experiencias que tuvieron que pasar por haber estado muy cerca del epicentro. Por suerte para el mundo, un número significativo de sobrevivientes más tarde decidió romper el silencio y presentar sus distintas historias. Cada una de las catorce biografías contadas en “Hiroshima-Un silencio roto” son únicas en su naturaleza, así como el grado de sufrimiento de los sobrevivientes nunca había sido el mismo.
Lo que une a todos estos catorce sobrevivientes no es sólo su sufrimiento común, sino también el aislamiento auto impuesto por un largo período que los mantuvo mudos acerca de los horrores por que habían tenido que pasar. Lo que los llevó a dar el paso y romper el silencio fue el nuevo horror que vieron desencadenarse después del desastre nuclear de Fukushima en marzo de 2011. Desde entonces, han tomado la solemne responsabilidad de decirle a la gente la magnitud del daño que puede causar la lluvia radiactiva. [IDN-InDepthNews – Junio 30, 2014]