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Me siento con la obligación de contarlo todo para que “¡Nunca más!” vuelva a ocurrir, sobreviviente del ataque nuclear a Nagasaki.

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【Ciudad de México INPS=Guillermo Ayala Alanis】

Nosotros los hibakusha, como se nos conoce a los sobrevivientes de la bomba atómica en Japón, tenemos la obligación de contarle a la gente lo que pasó cuando se lanzó este artefacto en 1945… “Esto debido a que hoy en día la posibilidad del uso de armas nucleares vuelve a ser una realidad y no podemos asegurar que esa tragedia no volverá a ocurrir jamás”, dijo Yasuaki Yamashita, sobreviviente al lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki en 1945. |JapaneseEnglish

El pasado 9 de agosto, en la Biblioteca Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica, en la Ciudad de México, el escritor Sergio Hernández, presentó su libro titulado “Hibakusha, testimonio de Yasuaki Yamashita” en la conmemoración del 78 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki. El texto es la recopilación de una entrevista hecha por Hernández al sr. Yamashita quien relata su experiencia en aquel trágico suceso; así como otros momentos de su vida que quedaron marcados debido a ser un sobreviviente de esta catástrofe. 

El sr. Yamashita describió la forma en que se vivió el bombardeo atómico de Nagasaki ese 9 de agosto de 1945… comentó a la audiencia que la mañana de ese, al caer la bomba, hubo un tremendo destello de luz como si se tratara de la caída de mil rayos simultáneamente en la zona, “la caída de la bomba atómica fue algo más aterrador que estar en el infierno”, comentó.  También destacó que todos en Nagasaki temieron que hubiera sido un ataque con armas químicas, que era algo que se rumoraba en Japón iba a hacer el ejército estadounidense.

Yamashita, que entonces solamente tenía seis años, recuerda que edificios, casas y carreteras quedaron destruidos en segundos. Muchas personas también murieron al instante; mientras que otras resultaron gravemente heridas. Narró que ese día estaba con su familia resguardado en un lugar donde había poca luz y no podían verse los unos a los otros con claridad, por lo que recordó que su hermana, una menor en ese entonces también, sintió un dolor en su cabeza y se dio cuenta que había algún tipo de líquido aceitoso en ella por lo que avisó a su familia de su situación.

La niña pensó que había sido víctima de un químico que se había soltado durante la explosión en la ciudad; sin embargo, el líquido que estaba en su cabeza resultó ser su propia sangre que salía debido a las múltiples cortaduras ocasionadas por los vidrios que salieron disparados sin control y algunos se incrustaron en ella.

Después del bombardeo Yamashita comentó que por varios días “Mucha gente se enfrentaba a la inanición. Tenían que caminar varios kilómetros para encontrar granjas y granjeros que les dieran algo para comer. Los que aún tenían posesiones, tuvieron que cambiar sus objetos de valor por papas, verduras, plantas y otros alimentos. Arroz, no había”. dijo. Además, la devastación causada por el bombardeo atómico destruyó hospitales y otras instalaciones médicas; personal de sanidad murió en servicio y otros quedaron expuestos a la radiación, creando una situación muy desfavorable para otras víctimas que morían sin ningún tipo de apoyo médico.

Años más tarde, el sr. Yamashita trabajó en el Hospital de Supervivientes de la Bomba Atómica, en Japón, donde fue testigo de cómo muchos hibakusha sufrían enfermedades causadas por la bomba atómica y morían a diario… Cierto día, sintió que algo no iba bien en su cuerpo y las pruebas revelaron que él también había sido afectado por la radiación. A menudo sufría anemia grave y otras veces se desplomaba sin razón.

En Japón, en aquella época, no existía conocimiento alguno sobre los problemas que puede generar la radiación, por lo que además del tema de salud, la falta de comprensión hacia los hibakusha se incrementó. También enfrentaron discriminación por la sociedad debido a que al enterarse de su situación no podían conseguir empleo ni tampoco podían pensar en el matrimonio.

El sr. Yamashita comentó que “fueron días muy dolorosos. Pensé que acabaría siendo como ellos y tal vez no viviría mucho tiempo. Quería ir a un lugar donde no conociera a nadie, un lugar donde aunque yo estuviera allí, nadie pensara esta persona es un superviviente de la bomba atómica”, recuerda.

En 1968, al Sr. Yamashita le asignaron trabajar en la “Oficina de Prensa de Japón” en Ciudad de México durante los Juegos Olímpicos de México, y decidió trasladarse allí. Al poco tiempo de radicar en Ciudad de México había encontrado el lugar que tanto anhelaba, un lugar donde podía vivir una vida sin discriminación y sin que nadie supiera de su pasado. Las personas que conoció en México eran todas amables y, durante un tiempo, el sr. Yamashita sintió que podría trabajar, ganar dinero, construir un nuevo y mejor estilo de vida; así como vivir tranquilo en este nuevo lugar. Sin embargo, al cabo de un tiempo, sus síntomas de la enfermedad de la bomba atómica empezaron a reaparecer, y confió en uno de sus mejores amigos para que lo remitiera a un médico que conocía donde tuvo que confesar su pasado para poder ser tratado adecuadamente.

Un día de 1995, recibió una llamada telefónica del hijo de uno de sus amigos, que se había enterado del secreto de que el Sr. Yamashita era un hibakusha de Nagasaki. El joven dijo que quería invitarlo a una conferencia en la universidad en la que estaba estudiando para que la comunidad conociera su caso. Sin embargo, el sr. Yamashita rechazó inicialmente la invitación, alegando que no podía dar un testimonio sobre el bombardeo atómico, ya que le traería dolorosos recuerdos de su pasado.

El joven no claudicó en su propósito y al tiempo de insistir demasiado, el Sr. Yamashita decidió finalmente aceptar la invitación.

Fue en ese momento que el sr. Yamashita dijo darse cuenta que él era un sobreviviente de la bomba atómica, que él realmente había experimentado el bombardeo de Nagasaki y que tenía la gran responsabilidad de transmitir la manera en la que ocurrió el suceso al mayor número de personas posible para evitar que esto volviera a suceder de nuevo porque con el uso de las armas nucleares, un gran número de personas serán exterminadas e incluso si sobreviven, sufrirán las agonías de las generaciones venideras..

El sr. Yamashita alertó que no queda mucho tiempo para escuchar de viva voz estas experiencias debido a que los sobrevivientes a las bombas atómicas tienen más de 80 años, y el tiempo se agota.

Yamashita concluyó que las armas nucleares son el enemigo más peligroso en la tierra pero, a pesar de lo realizado por quienes participaron en estos ataques “el odio contra las personas sólo conduce a nuevos ciclos de odio. Por lo tanto, en algún momento de nuestra historia, debemos perdonar a los que ordenaron y participaron en los ataques nucleares del pasado”, afirmó.   

Se calcula que ese año murieron 140.000 personas en Hiroshima y 74.000 en Nagasaki como consecuencia los lanzamientos de las bombas atómicas.

El testimonio de Yasuaki Yamashita sobre la bomba atómica forma parte de la colección “Vientos del Pueblo” del Fondo de Cultura Económica, un libro que ha tenido un tiraje de 40.000 ejemplares y contó con la colaboración del Fondo Japonés para Asuntos Económicos y Culturales.

INPS Japan/GESE

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